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El aquí y ahora En la práctica Reflexiones

Enseñar las cicatrices

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Foto por Jonathan Potts via photopin cc

Una vez, hace varios años, me enseñaron varias piezas impresas; un libro, un panfleto, ambos proyectos muy hermosos. La diseñadora de ambas piezas me lo mostró y me comentó de cómo el producto final no mostraba las cicatrices, siendo estas las dificultades del proceso de producir el proyecto en sí.

Esa frase se quedó impregnada en alguna neurona que no maté. Luego de ese momento, aprendí a identificar las cicatrices en todos los proyectos que he trabajado hasta ahora. Hoy por hoy, tengo que admitir que son más los proyectos que entran en mi pipeline sin pena ni gloria, que los que sentí cuando recién comenzaba la “carrera profesional”. Hago énfasis en esa frase por las implicaciones de la misma; la etimología de la palabra carrera se deriva del latín *carraira, (luego ajustada a carrariade carrus, carro, según el Dicccionario de la Real Academia Española. Entre las múltiples definiciones de esta palabra, me interesaron las siguientes:

  1. “Acción de correr las personas o los animales cierto espacio” – Esto me pareció muy acertado en el sentido de que los comienzos no son enteramente queridos, planificados, anhelados, precisos. Aunque el tiempo pasa y el día se hace noche y la noche se vuelve día de nuevo, no necesariamente tenemos que tomar acción hacia algo en particular. Lo que implica que eso que nos hace movernos, correr, debe ser lo suficientemente importante para motivarnos.
  2. “Pugna de velocidad entre personas que corren, guían vehículos o montan animales.” – La competencia, la selección natural, Darwinismo en esencia. Con la programación precisa, tenemos bastante engranado en la cabeza que es importante ser la mejor persona que podemos ser. En el plano de una carrera, la meta es ser el mejor de los jugadores y/o participantes, así que el concepto del ganador y perdedor es uno que puede llegar a calar en la psiquis y en la salud emocional de una persona, o un grupo de personas. Me puedo identificar mucho con esta realidad en la industria en la que trabajo actualmente, que tiene como uno de sus enfoques principales el ganar premios.
  3. “Línea de llegada de una carrera.” – Me pregunto si aquí se refiere a llegar a un punto óptimo, el “mejor momento” de la carrera de uno… Lo que me es curioso de este enunciado es que parece un pensamiento cíclico; ¿es la carrera la línea de llegada de la carrera en sí? ¿O es quizás la línea de llegada te lleva a otro nivel, a otro milestone en la gran carrera? Quizás esta frase sea más relevante a un lap que a una carrera completa, pero de todas maneras, me interesó ver su relación con la palabra.
  4.  “Conjunto de estudios que habilitan para el ejercicio de una profesión.” – Esta es la carrera universitaria, la preparación (en un plano ideal) para poder integrarse a la industria, la academia, el gobierno, crear una empresa, cualquier manera de llegar a ejercer un oficio, de ser rentables, de mostrar un valor (y este es usualmente -por no decir siempre- en cifras numéricas).
  5. “Sitio destinado para correr.” – El escenario, the arena, el circuito, el nicho, la oficina, #laoficinadehoy, tu casa, el carro, el celular, la computadora, Snapchat, Facebook, Whatsapp, Skype, la tableta, una servilleta, la pared, la pizarra…
  6. “Curso de los astros.” – Esta frase es como una verdad (no tan) oculta. Por lo que he podido experimentar en mi carrera, han habido momentos en los que cosas inexplicables suceden, pero al parecer debían ser así. Aunque soy de las que piensa que hay veces que hay un cuchillo, con dos rutas, y hay que escoger por dónde ir. Pero una vez la decisión esté tomada, concuerdo con que hay elementos fuera de nuestro control que definen más aún esa ruta seleccionada. Al vivir la vida en sus términos, sé que no tengo mucho control sobre nada más que yo misma. Las cicatrices son el mapa al curso de los astros, muestran el tramo recorrido, lo que nadie te puede quitar; las experiencias vividas. El día a día, cada minuto, cada segundo.
  7. “Calle que fue antes camino” – Una de mis definiciones favoritas. Aquí muestra el antes y el después, el crecimiento profesional, cómo al revisar o revisitar tus logros previos es como sentir todas esas cicatrices de nuevo. Duelen menos, claro está, pero nunca se van.
  8. “Camino o curso que se sigue en las acciones.” – Aquí es donde pesan las decisiones que uno hace a lo largo de la carrera. Las batallas que uno decide pelear, qué vas (o no vas) a comprometer de acuerdo a tus valores, tu autorespeto y/o para lograr un objetivo. Claro está, aquí hay envuelto un juicio de la carrera en sí “¿Estoy llevando el tipo de carrera que quiero?” “¿Tengo la consciencia tranquila con mis decisiones?” “¿Qué estoy dispuesta (o no dispuesta) a sacrificar para mantenerme en este camino?”. Este camino no es estático, no es fijo. Es totalmente maleable a la vida tal y como es.
  9. “Curso o duración de la vida humana.” – Estoy un poco encontrada con esta definición. He sido testigo de muchos casos en los cuales la persona fallece y su carrera toma vida. Sin embargo, me parece un pensamiento que a su vez está muy anclado a la realidad de la carrera, y la vida misma; ambas corren su curso, y tienen una duración fija. No son infinitas.

Para recapitular, entiendo que las cicatrices las debemos dejar ver más. Creo firmemente que la verdadera lección nace desde un dolor grandísimo. Son las únicas que realmente recordamos luego de lanzar, de terminar el proyecto. Claro está, hay algunos proyectos de mayor duración, como la vida misma. Nada se puede realmente desligar, y todo nos sirve para seguir creciendo, seguir aprendiendo.

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Las no palabras

Recuerdo la primera vez que leí a Borges. No fui iniciada a su mundo con ‘El Alelph’, sino con el cuento ‘Tlön, Uqbar, Orbis Tertius’. De ese ejercicio– admito lo leí con una cierta obligación académica– surgió el diseño de un poster que sometí para el Festival de la Lengua Madre de las Naciones Unidas, en el que usé la palabra “Eithou” de James Joyce en Finnegan’s Wake.

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Yo sigo mucha gente en Twitter. El 70% de las cuentas que sigo son de personas/entidades/medios/aplicaciones/instituciones que trabajan contenido que me interesa.

Esta chica a la que sigo, @GrammarGirl, hace un retuit de @StanCarey sobre las palabras y letras más comunes en inglés, enlazando a un post con una data muy interesante de Peter Norvig, director de investigación en Google.

La data habla por sí sola. Aquí les enseño unas visualizaciones:

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Norvig comenta: “Note there is a standard order of frequency used by typesetters, ETAOIN SHRDLU, that is slightly violated here: L, R, and C have all moved up one rank, giving us the less mnemonic ETAOIN SRHLDCU.”

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Y de esta imagen en la que ya se veía el uso de una no palabra, a tener data confirmada que, en el que ETAOIN SRHLDCU, ¿podría quizás considerarse un padrino del idioma inglés como se usa hoy? Tiene su antecedente, ETAOIN SHRDLU, bien parecido. Me parece que ambos tienen tremenda personalidad.

También sería interesante preguntarle a James Joyce si la data que le muestra Norvig ayudaría o desayudaría a su proceso de escribir inglés como segunda lengua.

Yo creo que a Borges le fascinaría tanto, que ya hubiese llenado un globo terráqueo con no nombres para no sitios.

Anécdotas En la práctica Reflexiones

Es la historia de una teen geek…

En el 1998, descubrí el fenómeno del internet. Mi mamá compró una Compaq Presario, se suscribió a Coqui.net, con una conexión dial-up que hacía el ruidito más freaky y cool del universo. La única falla era que no podía hablar por teléfono a la misma vez que navegaba. Pensar en eso en el 2012 debe darle miedo a par de gente.

Sucede que, al parecer, el internet ese me gustó tanto que pasaba incontables horas en él, no sólo navegando, sino diseñando páginas. Teníamos un printer barato -de esos que lo hacían todo por un tiempo y después no hacían nada- que trajo una versión limitada de Photoshop. Para mí, eso fue Navidad. Empecé a hacer backgrounds, botones y layouts que programé en HTML, CSS y JavaScript. También llegué a hacer iframes, pop-ups, y otras cositas así, de lo más chulas, siendo una teen.

Era todo bien emocionante porque había un corillo de gringas que, al parecer, compartían mi pasión por hacer páginas web bien cool, pero tenían la ventaja de tener dominios propios. Ellas crearon una especie de elite en el que se convertían en curadoras de todas las páginas montadas en los Angelfire, Geocities y Tripod de la vida que podían tener un poco de sentido estético más allá de textos marquee, gifs coloridos y sonidos al entrar a la página. Yo me propuse ser parte de la elite, y lo logré. Dos veces. Estaba orgullosa.

Me da una pena inmensa no tener material de esos tiempos. Recuerdo haber hecho cosas bien nítidas, modestia aparte. Los mejores días eran aquellos en los que podía pasar entre 10 a 12 horas generando imágenes, navegándo páginas, leyendo código, aprendiendo, y aplicando todo el conocimiento a mis páginas.

El follón me duró como dos o tres años. A los dieciseis, era muy rebelde para el diseño web. Lo seguía usando obsesivamente, pero prefería usar Messenger, escribir en el foro de Pulsorock y bajar música por Napster que escribir código.

Y así pasaron los años. Entré a la universidad, y decidí estudiar diseño. A los tres años de haber empezado, tuve la oportunidad de trabajar en una agencia intramuros en la que tuve gratas experiencias y un caudal de aprendizaje de cómo iba a ser el “mundo real”. Varios de esos proyectos tenían aplicaciones web. Recordando mi etapa de adolescente pseudoprogramadora, pensé que podía manejarlo y ser “la más dura”. Sin embargo, la realidad de lo rápido que cambia la tecnología, y en especial el diseño web, me dio una senda galleta.

El cambio fue abrumador. Un gran porciento de los comandos que conocía habían cambiado. Las cosas se hacían de otra manera. Habían “chulerías” que estaban bien obsoletas. Ya el dial-up no era cool. (Este último siempre lo tuve presente).

Fue entonces cuando tomé el reto de refrescar, en la medida que se me hizo posible, y sin educación formal al respecto, mi conocimiento sobre diseño web de la mejor manera que pude: trabajando. Sin embargo, nunca sentí que dominaba el campo por completo porque sabía que lo que estaba aprendiendo en un momento determinado, iba a cambiar demasiado rápido. Era un poco frustrante y excitante a la vez. Y el hecho de que tenía que trabajar en los proyectos me obligaba a tener que aprender algunas cosas.

Nunca voy a olvidar el proyecto en el que aprendí un poco de Plone. Uno de los proyectos de la agencia se iba a trabajar con este sistema de manejo de contenido híperrobusto. Ésta fue mi primera aventura cerca del fenómeno de Silicon Valley. Me enviaron a tomar un entrenamiento con los verdaderos geeks, en San José, California. Yo estaba tan nerviosa como entusiasmada de estar ahí. Después de haber estado en un estado de tortura extrema por seis meses, comparando a Plone, Zope y Python con los tres cantos de La Divina Comedia de Dante, no parecía tan complicado hacer ciertas cosas. Pero ojo, en realidad sí lo es. Programar código es un oficio meticuloso, no todo el mundo sabe cómo entrarle. En mi opinión, es una maravilla. La cantidad de cosas que puedes hacer con programación sigue in crescendo y sorprendiéndome cada día más.

Estoy actualmente completando un proyecto muy interesante, en el cual se usó la progración para generar un juego nuevo. Nunca me hubiera imaginado, hace catorce años atrás, que seguiría siendo una geek amante del código.

Anécdotas En la práctica Reflexiones

¿La profesional?

OK, lo acepto. Soy una novata para muchas cosas. No sé usar un documento de Excel propiamente. No tengo idea de lo que significan muchos acrónimos en el mundo de la publicidad, el cual estoy estrenando recientemente. Es la primera vez que tengo la responsabilidad de manejar el tiempo de otras personas. El rol que he asumido hace un par de meses es uno de inmensos retos. Tengo la confianza de poder demostrar en esta nueva posición, la pasión y el empeño que siempre he intentado implementar en mi corta carrera profesional.

Es obvio decir que los comienzos siempre son difíciles. En mi caso, estoy llevando muchos comienzos simultáneamente, tratando de barajar todas las fichas lo mejor que puedo. No está de más estar consciente de que los errores son mi pan de cada día, y de que fracasar es una posibilidad. No sería la primera vez que me sucede. Creo que puedo comparar esta fase de mi carrera con mi proyecto de Seminario para completar el Bachillerato, en el que por poco me cuelgan. Todavía no sé si fue por pena, pala o suerte que no lo hicieron. Pero en realidad, no hubo un sólo momento de aquél año académico en que mi esfuerzo haya mermado. Hice todo lo que pude para que el proyecto se diera. Y lo logré terminar. Para la Exhibición de Graduados, la pieza estuvo ahí, el público la vio, pocos la criticaron constructivamente (y honestamente). Mi mayor crítica, como siempre, fui yo. Una semana después, destruí la pieza y dejé todo el material en el área del Patio de Escultura para que otros estudiantes pudieran usar toda esa madera.

¿Madera? Sí, madera. Mi proyecto consistió en construir tres cuartos que se iban haciendo más pequeños. El propósito del proyecto era transmitir la incomodidad que experimenta una persona obesa socialmente. Fue un proyecto totalmente colaborativo, en el que tuve la ayuda de arquitectos, escultores, diseñadores de modas, constructores, profesores, compañeros de clase, familiares, amigos, y conocidos. Debo confesar que si hay alguien que no es handy en éste planeta, soy yo. Y es que a mí me toma un tiempo internalizar las cosas. Cuando me di cuenta en lo que me había metido, ya estaba a mitad de camino. Como estoy acostumbrada a ser una over-achiever, no podía abandonar el proyecto. Como la famosa frase de Apollo 13, fracasar no era una opción.

Unos años después de picar madera, estoy más segura de que fracasar es, solamente, una manera maravillosa de aprender. Es la única manera que te va a permitir estar aquí y en el ahora. Hoy estoy dispuesta a permitirme fracasar y cometer todos los errores posibles. Nada de eso me quita lo bailao’. Y al que no le guste, que bregue con eso.

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El caos del tiempo posnormal

Welcome to post-normal times. It’s a time when little out there can be trusted or gives us confidence. The espiritu del tiempo, the spirit of our age, is characterised by uncertainty, rapid change, realignment of power, upheaval and chaotic behaviour. We live in an in-between period where old orthodoxies are dying, new ones have yet to be born, and very few things seem to make sense. (Sardar 2010)

La falta de método para lidiar con los tiempos actuales no es sólo una realidad local, es una realidad transnacional. Creo que ahora entiendo mejor el uso de la palabra transnacional, y como la misma difiere de internacional o global en el sentido de que no abarca un gran macro totalitario, sino que son muchas localidades con circunstancias paralelas. Comprender que esta realidad posnormal, desmembrada en la complejidad, las contradicciones y el caos, (2010) nos deja con un escenario muy cercano a casa.

Me pregunto si ver el tiempo actual como uno muy difícil es un acto ignorante, porque no siempre existe el recuerdo preciso de tiempos pasados. Sin embargo, al tener la oportunidad de escuchar testimonio de aquellos que han vivido lo suficiente para poder comparar, siento que es importante enfatizar en la condición cíclica del tiempo. Y es que no estamos exentos de recordarnos a nosotros mismos que ésta no es la única crisis que ha vivido el mundo. Es en aceptar realidades como esas que radica el comprender conceptos tales como lo posnormal o lo transnacional.

Un día como hoy, que al final es un día bastante regular, he podido comprender la naturaleza de la complejidad, las contradicciones y el caos personificadas y acuñadas en situaciones particulares. Un pedido para revisar un documento se convierte en un reflejo del caos en la industria. Nos vemos obligados a tomar decisiones difíciles en panoramas que parecen ser calles sin salida, o peor aún, laberintos muy profundos. La manera en la que se trabajan las cosas en unas áreas es totalmente obsoleta en otras. Los problemas de comunicación se intensifican con la falta de empatía y de lealtad hacia el otro. Los sistemas de valores están muy corruptos. ¿Cuándo aceptar que los métodos que conocemos nos están fallando?

No pienso que sea cuestión de reinventar la rueda; creo que los métodos existentes nos pueden servir de pie forzado. Forjar esos posmétodos puede ser un ejercicio interesante y productivo para resolver los problemas. Esperar resultados diferentes haciendo las mismas cosas es un reflejo de la falta de consciencia hacia nosotros mismos. Sin embargo, creo que sin este momento histórico, las posibilidades estarían más limitadas a tomar decisiones más conservadoras. Así que la próxima vez que me encuentre en una situación compleja, sumergida en el caos, trataré de recordar que no hay mejor momento que este para hacer algo out of the box, verdaderamente posnormal.

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Nueva herramienta

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Estuve usando las tarjetas que Microsoft diseñó para probar la reacción de la gente al diseño de software en una sesión de brainstorming sobre el desarrollo de un producto. Más información sobre ellas aquí.

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Todos debemos tener un mentor

En mi trabajo actual, tuve la oportunidad de supervisar a una muchacha que hizo internado en diseño con la unidad en la que trabajaba. Estuvo seis meses trabajando con nosotros. Yo no la conocía antes de esto, pero uno de mis profesores en el bachillerato me la había recomendado, ya que está a punto de graduarse de la Escuela de Artes Plásticas. Cuando mi jefa y yo la entrevistamos, sabíamos que iba a ser un buen asset al equipo, y que iba a aprender mucho. Al principio, se me hizo difícil (en parte porque no estaba tan claro que la supervisión la haría yo tan directamente, y en otra parte por mi inexperiencia manejando otra gente) identificar la mejor manera de enseñarle y de hacerla ver sus errores en una forma constructiva, pero rápidamente me acordé de mi propia experiencia con varias personas que han sido mis mentores a lo largo de mi carrera académica y profesional. Es entonces cuando pude adoptar técnicas que aplicaron conmigo y aplicarlas hacia ella, lo que resultó, en mi opinión, en una experiencia muy enriquecedora para todas las partes.

Tuve la oportunidad de compartir con ella ayer, ya que está trabajando como diseñadora freelance en un proyecto, y necesitaba feedback del equipo de diseño sobre lo que había presentado. Pude observar claramente su crecimiento como diseñadora, pero también pude ver todo lo que le falta por aprender. Nos estuvo contando a mi jefe y a mí sobre situaciones por las que está pasando siendo novata en el mundo de ser freelance en Puerto Rico. Él y yo le dimos varios consejos sobre lo que debía hacer, pero la verdad es que lo que quería hacer en el momento era poder irme a almorzar con ella y aconsejarla más, ayudarla a trazar varias estrategias, saber cuál eran sus planes a corto y largo plazo, y también compartir, pues no todo puede ser seriedad. Hay que reírse de vez en cuando.

Luego, ya entrada la tarde, nos envía a mí y al equipo con el que está trabajando, unas visualizaciones para un dummy. Le hice unas observaciones y un compañero jocosamente me comentó que mi correo había sido bien maternal. Ahí es que me doy cuenta que ya yo no soy la novata, y que ya he asumido (sin internalizarlo) un rol de mentora que nadie me pidió asumir, porque eso no es algo que se pide o se planifique, eso se da.

Y es ahí también cuando me voy en un flashback al segundo semestre de mi primer año de universidad, en el que mi mentora me aconsejaba sobre la decisión de haber estudiado arte en vez de literatura comparada. También recuerdo cuando comenzaba a escribir mi tesina en el bachillerato, presentando los primeros intentos de un tema a mi otra mentora, la cual prácticamente me “lo viró” todo y me hizo citar y hacer las oraciones más concisas. A ellas y a tantos otros, ellos saben quiénes son, les quiero agradecer por haber podido tener una guía en momentos claves. Sin ellos, quizás me hubiese perdido. Y estar perdido es algo que he visto en muchas caras, unas más cercanas que otras. Es una gran lástima ver talento despilfarrado, tiempo perdido y aportaciones que nunca se materializarán por falta de mentoría. Este no es el único factor que determina estas tendencias, pero en mi opinión, es un factor más importante de lo que creemos. El maestro y al aprendiz ha sido la manera de pasar información en todos los momentos históricos posibles, para bien o para mal. La salvación no es individual. Necesitamos de otros tanto como otros nos necesitan a nosotros. Seamos generosos con nuestro conocimiento sin hacer dirigismo cultural o tratando de controlar a la otra persona. Seamos lo que nuestros mentores querían de nosotros; su competencia, sus pares, lleguemos a su nivel. Es, posiblemente, la mejor manera de agradecerles el tiempo y la fe que tuvieron en nosotros.

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Del micro al macro

Sí, lo admito. Creo que he abusado de las dos palabras que componen el título de este post. Hay algo de su condición binaria y fonética que es muy atractiva, además del hecho de que logran decir mucho con poco. Y es que siento que en el tiempo que llevo estudiando y trabajando en el campo de diseño, cada vez me tienen más sentido. No es porque de pronto comprenda mejor lo que significan, sino porque me parece que estos elementos compositivos tienen el poder de validar y aclarar muchos problemas, argumentos y discusiones.

A sabiendas que micro significa pequeño, y macro significa grande, cuando uno piensa en diseño, es inevitable preguntarse cuál va a ser la escala del proyecto que vas a trabajar, por dar un ejemplo concreto. Esto te da una idea de las metodologías a utilizar, los procesos a aplicar, los resultados que puedes obtener, las aplicaciones que podrían funcionar para el mismo. Digamos que hablar del micro y/o del macro es de los aspectos más importantes de cualquier proyecto de diseño. Aquí también entra el diseño visto como el macro y sus especialidades (diseño gráfico, industrial, de modas, entre otros) vistas como micro de ese macro. Pensando en esa manera de relacionar el micro y el macro al diseño, me pregunto si es posible de esa manera clarificar nociones sobre el rol y las capacidades del diseñador en cualquier ámbito.

Como en muchos escenarios (que van desde países a empresas y grupos sociales) no se tiene claro, no es tan visible que un diseñador —sea cuál sea su disciplina de especialización— piensa de una manera específica (Archer, 1995) en la que puede brindar servicios y traer a la mesa soluciones dentro del plano de la innovación, no se incopora a procesos más macro dentro del alcance de un proyecto. En muchos casos, se incorpora en fases en las que no puede hacer bien su labor. El típico ejemplo, especialmente con los diseñadores gráficos, es recurrir a ellos para el plano meramente estético. Y no es que esto haya estado siempre mal, es que la misma práctica se ha transformado. El momento histórico requiere una reevaluación del rol del diseñador como un ente más macro para que pueda realmente diseñar y dejar de adornar. Un ejemplo concreto de una metodología de diseño aplicada a estrategia de negocio es Design Thinking de Tim Brown (2008). Me parece que muchos proyectos podrían beneficiarse de esta metodología y servir a su vez como un ente educador para sacar la noción del diseño del micro al macro.

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El matrimonio del diseñador y el programador

¿Por que se excluye al programador del grupo de diseño en tantas empresas? A mí no me hace sentido. El hacer outsourcing de recursos tanto de diseño como de programación ha sido como una especie de maldición de la cual muchas empresas y agencias no se pueden (o quieren) librar del todo.

Esto me acuerda un poco a mi entrada previa sobre el slash de roles, o los roles slash, mejor dicho, en el que, por ejemplo, el de un diseñador que sepa programar front-end (antes era suficientre saber HTML y CSS, pero ahora es mejor que también sepas JavaScript y jQuery) es un gran asset para un proyecto de diseño web, porque puede ser un one man show. Sin embargo, a mí me parece que diseñar y programar son dos modos de pensar que aunque comparten muchas cosas en común, son en realidad radicalmente diferentes. Y a la vez, se complementan perfectamente. Es por esto que pienso que con tener una dupla de diseñador y programador, no necesitas mucho más para llevar a cabo un proyecto pequeño o mediano.

Lo que me pregunto es, ¿por qué esto no pasa lo suficiente? ¿De cuál noción se parte para tener al programador y al diseñador tan distanciados? A mí no me hace sentido.

Estuve hablando con un colega programador sobre esto, y él me envía un enlace súper interesante como contestación. A lo que yo me pregunto, ¿dónde están esos programadores del grupo de 20%? ¿Están haciendo juntes interesantes con diseñadores? ¿Están haciendo proyectos out of the box? Bueno, yo espero que sí, porque me parece que el dúo entre un programador y un diseñador es más que dinámico, es uno que puede hacer cosas maravillosas.

Por mi parte, me gustaría decirle a todos esos programadores realengos, que estoy aquí, y que hay muchos otros como yo que quisiéramos hacer duplas, y empezar a hacer aquí todo lo que vemos por ahí, de por allá, y no entendemos por qué no se hace aquí.