Reflexionando sobre mi práctica profesional en los pasados años, he podido notar que el campo del diseño es uno al que se le atribuyen valores ajenos al mismo, como por ejemplo, la de que el diseño es arte, y de esa manera, aristocrizándolo. (Buisepe 2005) Sí, el arte y el diseño se han retroalimentado uno al otro por siglos, de esto no cabe duda. La invención de la imprenta, los movimientos de arte vanguardistas, la revolución industrial, el nacimiento de la fotografía, las guerras y la tecnología son sólo algunos de los factores que han afectado ambas disciplinas.
Estando en una mesa redonda sobre diseño gráfico recientemente, en la cual estuve entre otros diseñadores con 10, 20 y más años de experiencia, no se llegó a un consenso sobre lo que entendíamos que era diseño. Me pregunto por qué sucede, si tiene que ver con la circunstancia particular de mi país, o si es algo global.
Casualmente, encuentro que la falta de información sobre diferentes metodologías y principios claves de diseño todavía no están claras (Sangiorgi 2011) en países desarrollados. Gui Bonsiepe (2005) afirma que esta discrepancia “es un síntoma de inmadurez. Es que por otra parte, comparado por ejemplo con la ingeniería que tiene más de 200 años como profesión establecida y consolidada en la enseñanza universitaria, el diseño apenas suma dos generaciones, si consideramos que tanto el diseño gráfico como el diseño industrial nacen como profesiones propias recién después de la Segunda Guerra Mundial. Antes había precursores para el diseño, pioneros importantes sin lugar a duda.”
Traigo a colación esta cita porque me parece pertinente en varios aspectos. Ciertamente, la aseveración de que la falta de consenso sobre una definición del diseño gráfico se debe a la inmadurez del campo me hace total sentido. Si comparamos con el arte, por ejemplo, el mismo nos lleva siglos de ventaja y todavía a la gente se le hace difícil descifrar qué es arte.
Sin embargo, esto no justifica que hayan métodos y definiciones que muchos profesionales ignoran. Creo que hay muchas interrogantes y variables en la ecuación. Nociones de lo que es diseño que se centran en lo meramente estético, que el mismo diseñador no se tome en serio lo suficiente para reflexionar sobre su propia práctica, para investigar sobre su propio campo -más allá de los últimos 15 tools de Photoshop- y las instituciones que enseñan diseño, graduando estudiantes, lanzándolos al “mundo real” sin las destrezas necesarias para generar nuevo conocimiento, son varias de las razones por las que cojeamos.
En mi experiencia como estudiante y profesional, reflexiono sobre el haber tenido la oportunidad de estudiar en dos instituciones en las que los programas de diseño gráfico estaban basados en premisas diferentes. Yo hice mi Bachillerato en Bellas Artes con concentración en Imagen y Diseño en la Escuela de Artes Plásticas, en Puerto Rico, y tuve la oportunidad de participar en un programa de intercambio en el departamento de Diseño Gráfico en Rhode Island School of Design. Ambas experiencias fueron sumamente diferentes, y no creo que una haya sido mejor que otra. Por ejemplo, tener la oportunidad de haber estudiado las bases del arte (pintura, grabado, escultura) me dio mucha disciplina. Aprender sobre cultura visual leyendo a Michel Foucault, Theodor Adorno y Walter Benjamin fue sumamente provechoso para desarrollar un discurso fuerte sobre cada proyecto que gesté en esos años de formación. Conocer el trabajo de artistas tales como Francisco de Goya, José Campeche, Doris Salcedo, Santiago Serra, Sol LeWitt, Cildo Meireles, Piet Mondrian, Eva Hesse y Ana Mendieta en las clases de Historia del Arte me hizo entender cómo otros dijeron y expresaron ciertas preocupaciones comunes. Sin embargo, haber aprendido de sistemas visuales, aprendido a hacer personas y scenarios en mi clase de diseño web en vez de aprender a usar Dreamweaver, y querer quedarme un poco para aprender sobre Historia del Diseño, clase que aún no ofrecen en mi alma mater, me ayudaron a comprender que el arte y el diseño son ciertamente diferentes.
¿Cómo es posible educar diseñadores sin enseñarles que el diseño no es para ellos, sino para otros? Hay que desligarse. Con el arte, esto no es necesario; aunque se ha matado al autor, todavía puede estar escondido en una esquina y no convierte la obra en algo precario como el diseño de un logo, que debe ser azul pero te empeñaste en hacerlo rojo porque no te gusta el otro color. No se trata exclusivamente de gusto, hay que justificarlo, y ahora más que nunca, si el usuario que va a ver este logo no responde al rojo, no diseñaste nada. El ego y la soberbia no ayudan al diseño.